viernes, 3 de agosto de 2007

EL MUNDO HEREDADO

El hombre se encuentra siempre en una situación histórica dada en cuya creación no participó directamente, sino que “hereda” de las generaciones que lo precedieron; tales son las condiciones objetivas que enfrenta de manera ajena a su voluntad y que condicionan en cada momento su acción; pero precisamente es su acción la que moviéndose en ese marco probabilístico lo transforma, creando una nueva situación objetiva en la que se le abren opciones y posibilidades.

CARLOS TABLADA




La estructura social dominante en nuestro mundo está basada en la distribución injusta de las riquezas, en negar la dignidad de seres humanos a unos muchos a cambio de la vanidad de unos pocos.

Unos son tan pobres que mueren de hambre porque son parte del proceso social que favorece una situación opuesta en la que otros disfrutan de toda la riqueza. Esto se llama explotación. Y significa institucionalizar la desigualdad humana, la injusticia social, en las formas políticas y en las formas económicas. Es la ley del dinero.

En esta estructura social podemos definir un proceso de identificación y convivencia entre la injusticia, unos no tienen nada y otros lo tienen todo, y la violencia institucionalizada, las políticas de estados y organismos internacionales que favorecen esta situación:

1. La injusticia genera pobreza.
2. La mentira encubre a la justicia.
3. La ideología justifica la mentira.

Así, las relaciones entre los seres humanos parecen estar basadas en las cosas, en el intercambio de mercancías, pero esto sólo es una ilusión ya que, tal como apuntó Carlos Marx, cualquier forma de comercio está determinada, en el fondo, por una concreta relación social.

La actual división de nuestro mundo en estados nacionales atiende, principalmente, a la voluntad de libertad y vida digna de los pueblos, pero el territorio, donde en teoría el colectivo desarrollaría la convivencia, ha sido tomado por las fuerzas económicas y han convertido a las llamadas naciones libres en simples agrupaciones económicas y a las ansias de liberación de los ciudadanos, en panfletos electorales.

De esta manera, los individuos de las sociedades ricas estamos enfermos de caos social y confusión personal, pues somos esclavos de la producción y el consumo mientras vemos naufragar a nuestros ideales profundos. Y, también, estamos siendo conscientes de cómo el poder económico, sostenido por, uno, la comunidad y, dos, por el esfuerzo individual que supone la constante adaptación a unas cada vez mayores exigencias del consumo, gobierna nuestro territorio común, la nación, con lo que nuestra voluntad política colectiva deja de ser la guía del pueblo.

Nuestra voluntad colectiva está, entonces, a las órdenes de los intereses de los grupos empresariales y, con ello, hemos adquirido la correspondiente conciencia de clase, la conveniente a carecer de voluntad, y reflejada en pensamientos y actitudes individuales definidas por:

. El clasismo, para creernos especiales entre los demás.

. El racismo, como diferenciación del otro. Da igual que sea el vecino que el del país de al lado, puesto que nos aferramos atávicamente a la separación entre “yo” y “el otro”.

. La total adaptación al consumo, olvidando las directas conexiones del ser humano a los otros seres humanos y a la naturaleza.

. La carencia de una conciencia personal transformadora, con lo que nos condenamos a la angustia de no desarrollar nuestra rica personalidad humana.


Por la otra parte, la de las personas que viven en las sociedades dirigidas a la explotación necesaria al capital, observamos que viven una cotidianeidad sin sentido, dado el desamparo total y la degradación de la propia dignidad en que tienen que desarrollar su vida individual y común.

No son pobres porque les falta el desarrollo que tienen los países ricos, sino que viven en la miseria precisamente para que haya países ricos donde otras personas derrochan lo que ellos necesitan.

Así las cosas, resulta normal, y a todas luces necesaria, la exigencia personal que se impone el individuo condenado a la miseria de igualarse en calidad de vida con su vecino, el individuo condenado al derroche. Para ello pone en marcha unas actitudes personales definidas por:

. La búsqueda de su dignidad humana y la de su familia, basada en una vida cotidiana segura y sin precariedades.

. La emigración, para conseguir una estabilidad económica.

. La libertad personal, para suavizar las presiones de los condicionantes colectivos.


Escuetamente, esta es la situación general de nuestro mundo. Y todos, ya sin distinción entre ricos y pobres, vivimos estas circunstancias como caos colectivo, del que creemos salvarnos acentuando las diferencias personales y sociales, sobre la base de creernos especiales, y de tener la razón, para no confundirnos con el otro.

Pero decidirse por esta opción de sálvese el que pueda constituye la característica principal de un sistema de creencias definido por la separación con nosotros mismos y con los demás, que es el mismo que propugna la estructura económica a través de la distribución desigual de la riqueza. Significa que sumas tu voluntad personal a la ideología empresarial dominante.


LA ILUSIÓN DEL SUFRIMIENTO

Este estado de separación con uno mismo y con los demás es el origen del sufrimiento. Y la vigencia de los poderes institucionalizados (los políticos, los económicos y los religiosos) se basa precisamente en potenciar este estado de separación en el individuo para que no se identifique con su voluntad propia y sí se crea dependiente de los intereses convenientes a las clases dominantes.

James Petras definió este estado de separación, fuente de infelicidad y sufrimiento, como la base misma de nuestra identidad colectiva:

La lógica perversa que enseñorea el mundo occidental sólo puede entenderse en razón del cada vez mayor abismo entre la ideología democrática que legitima a Occidente y sus gobernantes y sus prácticas profundamente autoritarias e imperialistas.

Y cuanto mayor es la distancia entre ideología y realidad, más perversa es la lógica con la que pretende salvarse esa diferencia. (Petras, 1999)


Esta práctica, que intenta establecer dos realidades contradictorias para el desarrollo de la experiencia cotidiana, se llama hipocresía. Y como los poderes institucionalizados, que nos dirigen, necesitan de nuestra creencia en el sufrimiento para que nosotros sigamos favoreciendo sus voluntades en vez de la propia, por nuestra parte nos dedicamos en cuerpo y alma a enseñar sufrimiento a quienes nos rodean, convencidos de que ésa es la única forma de estar en la vida.

Y, por tanto, construimos nuestra personalidad sobre la base de la separación:

. Estamos constantemente irritados con nosotros mismos. Enfocamos esa angustia vital sobre los demás.

. Desanimamos a los demás en sus actividades creativas, que no responden a los patrones establecidos por quienes nos dirigen.Y entregamos nuestra vida completa al binomio trabajo-para-comer/ocio, negando nuestras capacidades creativas.

. Creemos que nuestra percepción de las cosas es aplicable a todas las personas.


De la inconveniencia de este magisterio, ya nos advirtió Antonio Machado:

Nuestros yerros esenciales son hondos, y es en nosotros mismos donde los descubrimos. Si acusamos de ellos a nuestro prójimo, quizás no demos en calumniadores, pero estableceremos con él una falsísima relación, terriblemente desorientadora y descaminante, de la cual todo maestro ha de huir como de la peste.

Porque indirectamente nos proponemos como modelo, no siéndolo, con lo cual le mentimos y le cerramos al mismo tiempo la única vía, o la vía mejor, para que descubra en sí mismo lo que ya nosotros hemos descubierto. (Machado, 1998-II:131)



No podemos, por tanto, empeñarnos en mantener el estado de separación que caracteriza a la sociedad humana. Se calcula que sólo un 20% de los seres humanos se puede beneficiar de esta situación que denominamos democracia y consumo, y que es, en definitiva, oligarquía. Y, se calcula, que no hay en todo el mundo recursos suficientes para que el total de los seres humanos accedan al bienestar que propugna el capitalismo.

Así, no podemos seguir midiendo la civilización humana por la posesión y el uso de los bienes materiales; no podemos seguir midiendo a los hombres y mujeres por lo que “tienen”, ni seguir rechazándoles por lo que “son”.


LA ILUSIÓN DE LA MORAL

Cuando creemos que el mundo material es la razón de nuestra existencia, estamos construyendo la base de nuestra personalidad sobre una ilusión propia. Desde esta perspectiva, nos dejamos guiar por lo que vemos, por lo que nos enseñan, cuando, en realidad, nuestra voluntad es la motivación principal para entendernos como individuos humanos con relación a los demás.

Por esta razón, la moral es una motivación psicológica que nos permite seguir habitando el estado de separación interna, el sufrimiento, pero con una relativa tranquilidad. Se convierte en la excusa perfecta, ante nosotros mismos, para dar nuestro poder a quienes nos dirigen, y, en contra de nosotros mismos, como apuntó Juan Quijano:

Mientras la hipocresía contínue siendo una de las pautas de relación social entre los individuos, en aras muchas veces de la supervivencia mental y económica, no le será posible al europeo posmoderno la visión madura que exigen los tiempos.

Sin el narcisismo y la frivolidad propias de una adolescencia intelectual prolongada a base de la peligrosa receta que incluye un claro etnocentrismo y un pensamiento único. (Quijano, 1999:5)



Toda conducta se basa en la decisión de adecuar tu comportamiento como individuo a lo que crees que los demás esperan de ti. Por ello, como dice Luis Zabalegui, la moral está basada en el control social de la conducta individual, a través de dos aspectos:

. El condicionamiento emocional, con la presión de las leyes o normas.

. La presión social, basada en las exigencias directas de las demás personas.

Paco Domene logró describir el estado de separación y sufrimiento del hombre inmerso en una personalidad hipócrita con un solo verso:

Yo soy mi enemigo, mi convicto y mi víctima. (Domene, 1993:47)

Y Alexis Díaz lo resumió en otro verso de precisión absoluta:

Cada cual con su pucha y su mohín: su dolor egoísta. (Díaz Pimienta, 1995:32)


LA ILUSIÓN DEL MITO

En esta sociedad, en la que los individuos carecemos de voluntad, necesitamos mitos para identificarnos a través de ellos.

Linda Goodman escribió que la mayoría de nosotros nos dejamos llevar en obediencia ciega por la influencia de los planetas y por el esquema electromagnético de nuestro nacimiento, pero también por nuestro medio, nuestra herencia y la voluntad de los que son más fuertes que nosotros.

Claudicamos al avance de la hipocresía en nuestro interior y vivimos vidas cuadriculadas con movimientos previstos de antemano e, incluso, ignorando cómo y quiénes nos dirigen para su mejor provecho.

Entonces hacemos nuestra alguna identidad, basada en la imagen que tenemos de otra persona o basada en algún concepto, que nos permite soñar con una identidad personal. También, pues, la función del mito es apoyar la continuidad de la separación en nosotros mismos y a que los poderes establecidos sigan imponiéndonos sus conveniencias.

La dependencia del mito nos causa la misma incertidumbre, angustia y desesperación que si nos acostáramos cada noche con el profundo temor de que el sol no saliese a la mañana siguiente. Sería un tremendo sufrimiento que limitaría nuestro desarrollo vital.

En su canción Héroe de clase obrera, John Lennon retrató a la perfección ese tremendo sufrimiento del no-ser de la persona que mitifica y se identifica con los poderes que le niegan su propia voluntad:

Tan pronto como naces te hacen sentir pequeño
Sin darte tiempo en lugar de dártelo todo
Hasta que el dolor es tan grande que no sientes nada

Te hieren en casa y te pegan en la escuela
Te odian si eres listo y desprecian al tonto
Hasta que estás tan jodidamente loco que no puedes seguir sus reglas

Cuando te han torturado y asustado durante veinte y pico de años
Entonces esperan que cojas un oficio
Cuando estás tan lleno de miedo que no puedes funcionar

Te drogan con la religión, el sexo y la tele
Y te crees tan listo, sin clase y libre
Pero aún eres un jodido hortera hasta allí donde veo

Hay un lugar en la cumbre te dicen todavía
Pero primero has de aprender a sonreir mientras matas
Si quieres ser como las gentes en la colina
(Lennon, 1982:41)

Pero todo lo que hemos vivido, lo hemos creado nosotros mismos a través de llevar a la práctica nuestras íntimas creencias. Tal vez podamos pensar que podíamos haberlo hecho de otra manera, o mejor, pero ahora no se trata de qué pudo haber pasado o no, sino de ser conscientes de nuestro sistema de creencias.

Tenemos capacidad para decidir en cada momento de nuestra vida si queremos seguir con las circunstancias que tenemos o, bien, si queremos cambiarlas. Cualquiera de nosotros puede establecerse en estados de ánimo creativos, en cambiar su carácter y sus actitudes.

Siempre podemos cambiar, elegir que nuestro sistema de creencias ya no nos es válido e investigar cual sería el ideal para nosotros. No es tu mente, guiada por lo que conoce, quien te gobierna, sino que es tu voluntad, tu anhelo de entendimiento, quien te dirige.

Y, entonces, se te plantea la necesidad de elegir, consciente, entre dos posibilidades de percepción, ante ti mismo y para el mundo que te rodea:

. La ilusión de adaptarte.
. La opción de responsabilizarte.



LA ILUSIÓN DE ADAPTARTE


Adaptarte al mundo que has heredado significa que tratas de adecuar tu rica y creativa personalidad a lo que te parece que los demás esperan de ti. Como, para ello, es necesaria la escisión de tu mente en polos contrarios, te pasas la vida tratando de convencerte de que todo está bien, dentro de una ilusión de seguridad con la que te contentas imaginando que fuera de esa postura cómoda a ti te iría mucho peor.

Así, llegas a estar tan profundamente dividido en ti mismo que tus creencias son justo lo contrario de lo que piensas. Esta contradicción te produce:

. Angustia, en la que enfocas tu existencia.

. Dolor, como motivo mismo de tu existencia.

Y tú proyectas estas auto-limitaciones sobre los demás en forma de:

. Enfrentamiento.
. Miedo.
. Consumo.
. Rabia.
. Etc.

De cualquier manera, te encuentras atrapado por tus propias ilusiones y limitaciones, apoyado por tu razón, que te da motivaciones ideológicas y metodológicas. Tus razones forman tu soporte cultural, por el que proyectas tus mensajes de limitación y sufrimiento a tus relaciones. Esta concepción de ti mismo y de tu medio coincide con los dictados que te ofrecen los medios de comunicación, dominados por el poder institucional, con los que te reafirmas en tu pérdida de ti mismo.

Entonces, tal vez, te resulta muy difícil desligarte del poder al que acata tu voluntad, tal como escribió Thomas Merton:

Dejar la ciudad de la muerte y la prisión no es sin duda una mala noticia salvo para aquellos que se han identificado con su cautiverio de tal modo que no pueden concebir otra realidad ni otra situación.

En tal caso, no hay más que tribulación pues mientras estar en el cautiverio es trágico, evadirse de él es impensable y, por tanto, más trágico. (Merton, 1967:62)


Y ya tienes lo que esperabas de este mundo: Un concepto de ti mismo, un yo fabricado para enfrentarte al mundo, tal como el mundo espera que te enfrentes a él. Es decir, has dado tu voluntad a un ídolo, a un concepto de ti que nada tiene que ver contigo.


EL ENFRENTAMIENTO

El enfrentamiento está basado en que como no te reconoces tu plenitud, tampoco la reconoces en los demás. Es el resultado de limitar a los demás con tus propias limitaciones.

Te envuelves en una intolerancia crónica por la que entiendes que tú eres y tienes lo mejor mientras que los demás no están a tu altura. Este integrismo que te define se vuelve racismo cuando crees que tus características físicas o culturales son más importantes que las de otros.

También esta intolerancia se convierte en nacionalismo, cuando tus ideas limitadoras sobre el territorio en que vives se convierten en filosofía del grupo que necesita seguridad psicológica y diferenciarse de los demás. Y tu intolerancia te hace buen patriota cuando te parece que la identidad grupal, es decir tus intereses ecónomicos y de poder social, está amenazada por unos puntos de vista, unos intereses o unas ideas que no coinciden con las tuyas.

Tu posicionamiento en un sistema de creencias basado en la separación te hace parecer normal que todas tus experiencias estén basadas en atacar y en defenderte.

Esta visión de ti mismo escindido, e intolerante por tanto, es un hilo más en la red que te atrapa y te angustia. Desesperación que el poeta Alexis Díaz Pimienta expresó así:


Los habitantes de la casa no sabemos rezar
preferimos gritar malas palabras
regañar a los hijos o engañar a los cónyuges.
A la deriva vamos sobre el tiempo.
A falta de iconos tenemos cerveza
a falta de cerveza quedan Marx y la tele.
(Díaz Pimienta, 1995:72)


Situación mental que el poeta Paco Domene redujo a su característica más esencial:

No necesitas más soledad que la tuya:
tú estás solo en ti mismo.
(Domene, 1993:55)




EL MIEDO

Te dejas llevar por la desesperación y te acomodas a evadirte para no responsabilizarte de ti. Utilizas tu sufrimiento para ignorar el significado de tu existencia.

Así, fuera de ti, no logras entender lo que haces, ni cómo haces lo que no quieres y no haces lo que sí quieres.

Pero esta situación tiene una explicación fácil, pues, siendo libre, has elegido vivir algo que no eres y has vaciado de significado tus experiencias. Desde que te decidiste por esta elección hasta que entiendes al mundo a través del miedo, bien puedes razonarlo en este proceso:

Libertad

Eliges vivir lo Rechazas
que no eres. lo que eres.

Te basas en ilusiones.

Tus experiencias no
coinciden con tu voluntad.

Entras en conflicto
contigo mismo.

Encuentras diferencias
entre lo que piensas que eres
y entre lo que haces.

Estás dividido.

No reconoces tu
identidad como tuya.

Te creas una identidad mitificada
y buscas seguridad psicológica en:
. Los bienes materiales.
. El poder social.
. El placer físico.

Basas tu sistema de pensamiento
en defender lo que crees poseer.

Atacas.

Esperas ataque.


El miedo es una red que te aprisiona hasta dejarte inmóvil. El miedo te hace sentir incapaz, porque en alguna parte de ti estás atrapado. Isabel Allende describió cómo el amor, la expresión de felicidad, puede provocar miedo y rechazo en una persona escindida en sí misma:

Fue un niño huraño y más tarde un hombre tímido. No se amaba a sí mismo y tal vez por eso pensaba que no merecía el amor de los demás.

La menor demostración de solicitud o agradecimiento hacia él, lo avergonzaba y lo hacía sufrir. (Allende, 1999:236)



El miedo, el sufrimiento y la desesperación afectan y por más que quieras ocultarlas, en ti están y las das a los demás. John Lennon lo expresó en su canción Lisiado dentro:

Puedes sacar brillo a tus zapatos y llevar traje
Puedes peinarte el pelo y parecer muy mono
Puedes esconder tu cara tras una sonrisa
Pero una cosa no puedes ocultar
Es cuando estás lisiado dentro

Puedes llevar una máscara y pintarte la cara
Puedes llamarte a ti mismo la raza humana
Puedes llevar cuello y corbata
Pero una cosa que no puedes ocultar
Es cuando estás lisiado dentro

Puedes ir a la iglesia y cantar un himno
Puedes juzgarme por el color de la piel
Puedes vivir una mentira hasta la muerte
Una cosa que no puedes ocultar
Es cuando estás lisiado dentro
Echa un vistazo
(Lennon, 1982:59)




EL CONSUMO

Las actuales tendencias del consumo lo hacen hostil al desarrollo humano porque así lo marcan las orientaciones económicas y políticas, ya que a través de la relación producción/consumo:

. Se destruye la naturaleza para extraer los recursos.

. Se fomenta la injusticia social, pues hay personas que consumen por lujo y exhibición, mientras otras no pueden cubrir sus necesidades básicas.

La moral establecida te obliga a que situes tus niveles de consumo al máximo, pues es la manera en que tú sientes realizada tu vida y la forma por la que te identificas con los demás individuos de tu grupo.

Entonces, en la medida en que te sientes más afortunado por tu bienestar, te acuerdas menos de los necesitados. Descargas tu conciencia, ya que crees que nada tienes que ver con la injusticia social, considerando que la vida es así y que a ellos les ha tocado la peor parte.

Evidentemente, te niegas a considerar que tu derroche es la causa directa de la falta en los demás, con lo que, a través del consumo, también sirves al amo que dispone de tu voluntad.

Con tu forma de vivir derrochando y gastando tu tiempo en conseguir dinero para gastar en artículos de lujo o inútiles, estás contribuyendo a la violencia institucional que genera injusticia social.

He aquí un ejemplo. Observa las siguientes cifras referidas a Estados Unidos y Europa, facilitadas por la ONU, sobre el consumo en artículos de lujo durante1998:

. Perfume - 12 mil millones de dólares
. Alimento para animales - 17 mil millones de dólares

Y lo gastado en Europa durante el mismo periodo:

. Cigarrillos - 50 mil millones de dólares
. Bebidas alcohólicas -105 mil millones de dólares
. Helados -11 mil millones de dólares

La ONU también cifró cual sería el gasto a realizar para que todos los seres humanos, todos los habitantes de este mundo, tuvieran acceso a los servicios sociales básicos (enseñanza elemental, salud, nutrición, planificación familiar, agua potable y saneamientos) en 40 mil millones de dólares anuales. Cifra que resulta ridícula comparada con el gasto que en los países ricos representan los pocos artículos de lujo antes reseñados.

Es decir, hay suficiente riqueza para todos pero, sorprendentemente, la distribuimos de forma injusta. ¿Por qué? A esta pregunta ya respondió hace unas décadas Ernesto Ché Guevara:

Ahora existen los reyes que no tienen corona, son los monopolios, los verdaderos amos de países enteros y en ocasiones de continentes, como ha sido hasta ahora el continente africano, una buena parte del continente asiático y desgraciadamente también el nuestro americano. (Che Guevara, 1988:40)

Además de que el poder económico te niega, convirtiéndote en un consumidor irresponsable, también te niega en la forma en que adquieres la condición de consumidor irresponsable. Pues te ves obligado a venderte como fuerza de trabajo de por vida, con la circunstancia agravante de que no tienes otra opción que aceptar las condiciones de esclavitud.

Al aceptar estas circunstancias vitales, anulas tu personalidad y tu capacidad humana y vuelves a negar tu voluntad, tal como dijo el Grupo Baader-Meinhof:

Que se mata trabajando y tiene, además, que callarse la boca, es algo que todo trabajador lo ha tenido alguna vez en la conciencia, y le ha costado mucho esfuerzo tener que reprimir esta conciencia. (Grupo Baader-Meinhof, 1977:96)

Tú sabes que tu comodidad es falsa, que, a cambio de los lujos materiales que disfrutas, te sientes culpable por dedicar tu vida a sentirte vacío y con tus expectátivas más íntimas sin cumplir. No entiendes por qué estás encadenado, pero sigues ahí, buscando razones para no sentirte aprisionado. Es natural tu lucha interior, y Lao-Tse la conecta a la injusticia institucionalizada:

Vestirse con magníficos vestidos bordados,
ceñir espadas afiladas,
beber y comer hasta saciarse,
rodearse de bienes y riquezas,
es fomentar la rapiña y el pillaje. (Medrano, 1994:69)



LA RABIA

Puedes encontrar grande satisfacción en:

. Preocuparte
. Rellenar papeles
. Los negocios
. El riesgo a perder o ganar

Es una manera de sentirte importante y de olvidarte que los días pasan volando uno tras otro y que tú no tienes nada para ofrecerte.

En tu tiempo libre te puedes ocupar de la política, el fútbol o en tus colecciones de enganches psicológicos, pero todo esto sólo te conduce a mantener ese vacío de impotencia que cotidianamente se te derrama como rabia.

Te invades de ira cuando alguien no hace lo que tú pensabas que tenía obligación de hacer y, por eso, esgrimiendo tu razón, le atacas. Pero como constantemente estás repleto de necesidades que esperas que los demás te satisfagan, aunque tú no lo expreses ni seas conciente de ello, te enfadas con todas las personas que te rodean y las consideras torpes, inconscientes e irresponsables.

Así, te mantienes en la rabia porque te crees con la razón y, por tanto, con el derecho a exigir. Pero con esta postura de enfado te engañas a ti mismo porque cedes el poder de tu voluntad a la persona con la que te enfadas y, también, a las circunstancias, porque dejas que te influyan sin pasarlas por la criba del juicio crítico.

El siguiente esquema te puede dar una idea del círculo vicioso en el que te encierras a partir de creer que el enfado es tu fuerza:


Te enfadas

Expresas tu rabia No expresas tu rabia

Culpas y acusas Te encierras en
al otro ti mismo

Creas distancia
entre ambos

Este proceso de ira y separación es lo que entiendes como tu aportación a este mundo, pero también puedes hacer caso a esa parte de tu conciencia que te dice que seas auténticamente feliz, tal como se expresa en Un Curso de Milagros:

Te engañas a ti mismo si crees que lo que quieres son desastres, desunión y dolor.
No prestes oídos a esa llamada.
Escucha más bien la llamada subyacente, que te exhorta a que seas feliz y a que estés en paz.
Y el mundo entero te brindará paz y felicidad. Pues a lo que oigas es a lo que responderás. (UCDM. Cap.31-I,11-4)



Esta posibilidad de salir del dolor, eligiendo la paz, es común para todos los seres humanos. Tú ya sabes que los sueños de ambición y poder carecen de sentido y también sabes qué es la vida y que lo vivo no necesita de la diferencia.

Por eso, tienes la elección del entendimiento, de querer comprender a la naturaleza y a la humanidad en cada persona. No importa en qué te ocupes para ganarte la vida, pero sí te es necesario mirar en tu interior y en el interior del otro para poder comprender qué te enseñan las experiencias que se te presentan.

No limites tu entendimiento limitando tu conciencia. Ábrete a construir puentes entre las personas de este mundo que te sea dado en gracia conocer.

Nunca pienses que te resulta difícil aprender pues estás tan abierto a desarrollar tus capacidades que, incluso, aprendiste a creer lo que en realidad no eres, como bien explica este pasaje de Un Curso de Milagros:

No digas que no puedes aprender. Pues tu capacidad para aprender es tan grande que te ha enseñado cosas tan difíciles como:
. Que tu voluntad no es tu voluntad.
. Que tus pensamientos no te pertenecen.
. Que no eres quien eres. (UCDM.Cap.31-I, 3-5)


Si intentas aprender tu función de extender la paz y el amor en este mundo, tal vez no acabes tus días en la agonía psicológica que tan perfectamente definió Waldo Leyva:

Yo nunca fui feliz. He buscado desesperadamente la felicidad. Pensé que la mejor forma de hallarla era entrar en el amor de la gente, repartirme en ellos, dar lo que nunca he tenido, vencer mi ausencia llenando la de los demás, pagar por una risa ajena toda mi capacidad para reír. Ha sido inútil. No soy feliz y aquellos que me tocan tampoco pueden serlo. (Leyva, 1995:32)



LA OPCIÓN DE RESPONSABILIZARTE


Cuando revisas tu formación como persona humana piensas automáticamente en tus estudios académicos, en la prensa y los libros que lees, en los museos y piensas, incluso, que estás al día gracias a la televisión o a internet, al cine o a la radio.

Pero has de notar que estos agentes en los que basas tu formación como ser humano son parte de la estructura de poder que te gobierna y que asume tu voluntad y la de los demás individuos como propia. La educación está dirigida por los poderes estatales y religiosos y mediatizada por los económicos, y los medios de comunicación ofrecen el ocio conveniente a la esclavitud del trabajo.

Por tanto, formarte como ser humano libre y consciente es otra cosa, y, tu formación depende de que tú mismo te responsabilices de dártela. Esta es la base de la que partes:

1 – Tienes voluntad de formarte.

2 – Tu formación consiste en potenciar tu voluntad.

Tu formación como persona humana está basada en el desarrollo de tu entendimiento interior. Has de elegir entre:

- Tu actual sistema de creencias, que te genera experiencias de dolor, separación y sufrimiento.

- El sistema de creencias basado en el amor, que te genera experiencias de paz.

Cuando eliges que tus experiencias te deparen paz, estás preparándote para cambiar tus patrones de conducta. Para más claridad observa el siguiente esquema:


SISTEMA DE CREENCIAS

PENSAMIENTOS

ACCIONES


Tu sistema de creencias determina unos pensamientos concretos en tu mente y estos pensamientos generan tu realidad física.

Ahora bien, la única forma posible de que cambies tu sistema de creencias es que seas consciente de tu voluntad para que tus actitudes determinadas establezcan en tu mente los pensamientos concretos que te pueden atraer la paz.

El esquema anterior se complementaría así:

VOLUNTAD

ACTITUD

ACTITUDES ACTITUDES
DE AMOR DE DOLOR

SISTEMA
DE CREENCIAS

PENSAMIENTOS

PENSAMIENTOS PENSAMIENTOS
CONCRETOS CONTRADICTORIOS
. No te detienes en lo . Sabes lo que no quieres.
que no quieres.
. Pones toda tu energía
. No sabes lo que sí quieres.
en lo que sí quieres.

ACCIONES LAS CIRCUNSTANCIAS
DEFINIDAS EXTERNAS DETERMINAN
TU VIDA

Por consiguiente, cuando eliges aprender la paz en tu vida, el primer paso que das es asumir las actitudes convenientes que te llevan a ello.

Yo, tal como desarrollé en mi libro Tu guía para la buena nueva, considero que las actitudes básicas que nos llevan a la paz y la felicidad surgen del enfoque adecuado en nuestra vida cotidiana de los siguientes temas:

. El perdón.
. La unicidad.
. El desapego.
. La humildad.
. La ecuanimidad.
. El cuerpo.

Que profundices en el estudio de estas actitudes te lleva a comprender a tu ser interior y, también, a que entiendas tus relaciones con todos los demás seres humanos a partir del ser interior de cada uno de ellos.

Este compromiso de trabajo con tus propias actitudes, significa que te responsabilizas de:

. Tu carácter.
. La calidad de tus relaciones.
. La incidencia de tus actividades en los demás y en la naturaleza.

Es decir, te responsabilizas de cada una de tus acciones. Con esta decisión de auto-responsabilidad y, sin pretenderlo, te liberas de la influencia que hasta ahora ejercía sobre ti la conciencia social en forma de prejuicios basados en el sufrimiento, la moral y el mito.

Y aprendes a pensar por ti mismo, según entiendes de:

. Tus propias experiencias.
. Tus experiencias con los demás.
. Las experiencias de los demás.

Así, definitivamente te desligas de las presiones que los poderes instituidos ejercían sobre tu voluntad con el fin de vivir a través de tu vida.

Por fin, te has liberado del útero social que te mantenía y has nacido como identidad individual madura. Con este segundo nacimiento das comienzo al desarrollo consciente de tu ser interior, de tu percepción como ser humano.

Tu percepción sobre ti mismo, sobre los demás y sobre todo lo que te rodea, cambia para olvidar aquella pesadilla de destrucción y separación que parecía envolverlo todo y encuentras que alrededor de ti, que por todos sitios, flota una especial energía de amor que es lo que en realidad da vida y que es la realidad misma.

A este amanecer de la conciencia cantó John Lennon:

Llevamos mucho retraso
No hay nada mejor que hacer
Ahora somos más vivos, pasamos el viaje
Podemos volar hasta el otro lado
No hay nada en la tierra que no podamos hacer
(Lennon, 1982:117)


Ya has salido del sueño de fatalidad que te hacía creer que el sufrimiento era la dirección de tu vida y ahora te encuentras dichoso, reduciendo las contradicciones interiores, abierto a esa posibilidad que apuntó Lennon: No hay nada en la tierra que no podamos hacer.

Ser tú mismo, entonces, se convierte en ver más allá de las formas, en entender que estás en el centro de un movimiento incesante donde las formas cambian continuamente y donde lo único importante es el ánimo y la voluntad que acciona a ese movimiento.

Y puedes asimilar, tal como decía la ONU, que este mundo puede cambiar, que de hecho está en constante cambio a mejor y que sólo falta que tú lo decidas para que ese cambio se establezca, con un paso más, en la realidad:

La aceleración del proceso del desarrollo humano y la erradicación de las peores formas de pobreza humana se hallan a nuestro alcance pese a todos los retos y a los retrocesos.

Sabemos lo que se debe hacer. Y el mundo cuenta con los recursos necesarios para hacerlo. Lo que se debe lograr ahora es fortalecer las asociaciones, dar impulso político a la reforma y lograr un fuerte compromiso para la acción, seguido de la acción real. (PNUD, 1998:37)



Sólo ese amor que da vida a todo es humano y es para todos. Por esto, la revolución ha de ser global, y, tu aportación como individuo liberado de la opresión del poder, va encaminada a re-establecer la justicia en La Tierra a través de transcender el sufrimiento que atrapa tanto a opresores como a oprimidos.

Sólo ese gran amor perdura. Por eso tú necesitabas despojarte de tu sueño de dolor y entender que los bienes materiales son dones gratuitos, que pertenecen a todos los seres humanos por igual y que nadie tiene derecho a vivir rodeado de lujos mientras otros mueren de hambre.

Esta fusión de la percepción de lo exterior con la percepción de lo interior te desliga definitivamente de tu creencia en la separación y te lleva a la creencia en la unidad. Krishnamurti lo expresó de esta manera:

Creo que casi todos comprendemos la urgencia de una renovación interna, puesto que ella es lo único que puede dar origen a una transformación fundamental, radical, en la sociedad; y esta transformación de lo externo no puede tener lugar sin una revolución interna. (Krishnamurti, 1998:37)

Igualmente considera necesario este paso a la comprensión de la unidad en todo lo vivo Juan Pablo II, cuando escribe:

La necesaria reforma de las estructuras opresivas económicas y políticas en el mundo no puede hacerse sin la conversión de los corazones. (Atienza/Lasanta, 1998:85)


Tú eres el poder que buscabas.

Tú estás a cargo de tu propia vida.

El viaje que has iniciado ya no puede detenerse pues has atravesado muros que parecían infranqueables y has borrado las fronteras psicológicas para amanecer en la vida.



TU VOLUNTAD RESPONSABLE

En el encuentro con la unidad, entiendes que tu voluntad como individuo ha dejado de tener importancia para ti, que lo que te gusta o te disgusta, lo que crees o no crees, poco a poco va perdiendo significado. Ahora, tu campo de acción se ha ampliado más allá del juego de los opuestos y tu conciencia se ha expandido abarcándolo todo.

Estás en el mundo real porque has perdonado a aquél viejo mundo, es decir, que ya no ves en el mundo, ni en nada, otro atributo que no sea la inocencia y ese amor que da vida.

Ya te importan menos tus teorías y las soluciones que se desprenden de ellas, porque tu concepción de la vida está más allá de lo sectario o lo partidista, y se centra en lo que es un bien para todos. Es más, ahora comienzas un desaprendizaje de todo tipo de teorías, no por el hecho de negarlas sino por la íntima confianza de dejarte en manos de la vida misma para que simplemente te guíe su magnífica energía.

No se trata, ya, de que expones teorías, sino que afirmas lo que crees, pues lo experimentas en tu propia vida. Ahora, tú eres la única persona que puede pensar con tu mente, pero con la particularidad de que tu mente está en sintonía con la mente de todos los demás seres.

Por esta sintonía mental era tan importante tu clarificación personal. Es más, sólo existe una mente que se extiende en las particularidades de todo lo vivo y tu nacimiento a la realidad de tu ser ha sido el paso necesario para que te reconozcas en esto.

Así, puesto que todos los seres vivos compartimos ese estado de unidad mental, es fundamental para ti que te hagas consciente del significado de las relaciones.

Pero parte de la base de que el gran cambio se hace realidad en ti a través de tu trabajo con tus propias actitudes. Como tus actitudes son la práctica de tu voluntad, y ésta determina tu sistema de creencias, también tus actitudes definen tu diálogo interno. Y tu diálogo interno es el motor de tus relaciones.

Relaja y pacifica tu vida para que tu mente se aquiete y puedas obviar tus pensamientos que van en contra de tu creencia en la unidad, con el fin de mantener en tu mente, únicamente, pensamientos que te afianzan a la realidad.

Tu diálogo interno siempre va a confluir en esta afirmación básica:

YO ME VALORO.
YO ME AMO.
MI VIDA ES UN MARAVILLOSO REGALO PARA MÍ Y PARA TODOS.


El motivo único de que te trates con amor y confiado a la vida es que tú te lo mereces. Y, como tú, también cada ser vivo se lo merece, por lo que te va a ser muy creativo que en todo encuentro con cada ser vivo automáticamente surja de tu diálogo interno el reconocimiento que le dignifica:

YO TE VALORO.
YO TE AMO.
TU VIDA ES UN MARAVILLOSO REGALO PARA MÍ Y PARA TODOS.


Te sitúas ante ti mismo según desarrollas tu propio diálogo interno. Es la base de la visión que tienes de ti y la base de cómo entiendes a los demás:

. Si extiendes tu voluntad de paz universal a tu diálogo interno, comprendes que nadie te debe obligaciones.

. Si el sufrimiento es la motivación de tu diálogo interno, tu opción es entenderte a ti condenado al miedo. Y el espanto se convierte en tu manera de pedir paz.

A este enfocar tu diálogo interno tal vez se refería Waldo Leyva cuando escribió:

Respeta la verdad de los que van contigo,
pero respeta sobre todo tu verdad
porque ella es, de algún modo,
la verdad de los que van contigo. (Leyva, 1995:71)


Con tu reconocimiento a cada ser humano, por el simple hecho de que existe, cumples la función más hermosa que tienes encomendada y es que, conociéndole inocente, le liberas de las cadenas de sus propias limitaciones y fortaleces su voluntad de unidad. Pero a la vez, puesto que en la realidad sois uno, te liberas tú y te fortaleces.

También, por esta común identidad, cada vez que juzgas a otro por lo que te parecen sus errores, en verdad, le estás juzgando por los tuyos proyectados hacia él. Esto significa que no te responsabilizas de solucionarlos en ti.

De esta manera, uno y otro sentís dolor y eso significa que usáis vuestro encuentro, vuestra relación, para negar mutuamente vuestra verdadera identidad.

Y cuando te estableces en la negación de tu ser, a través de la relación con otra persona, únicamente ves a esa persona separada de ti y, según lo que haga, merecedora de amor o de odio. Gerald Jampolsky definió este tipo de relación como frustrante y limitadora:

Cuando la otra persona satisface nuestras necesidades sentimos amor, si no las satisface, es posible que odiemos.

En el momento en que queremos algo de otra persona le estamos dando el poder de decidir si nosotros seremos felices o no. Le estamos dando el poder de hacernos daño.
(Jampolsky, 1998:134)

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